Una relación tensa y dicotómica rige la relación de la Iglesia Católica con los animales. Mientras en la antiguedad los animales ni siquiera eran poseedores de alma, actualmente Benedicto XVI condena su uso y maltrato innecesario. Sin embargo, y más allá de todo lo que aguanta el papel ¿hasta dónde respeta la Iglesia Católica a los (derechos) animales?
El papa Juan Pablo II se consideraba una persona sensible con el sufrimiento de los animales, y declaró que los animales son poseedores de un alma (cosa que antes la misma iglesia les negaba) y proclamó que "los hombres debemos amar y sentirnos solidarios con nuestros hermanos menores".
Él llegó a decir que todos los animales son "fruto de la acción creativa del Espíritu Santo y merecen respeto" y que ellos están "tan cerca de Dios como lo están los hombres" porque los une la creación del "soplo divino" de Dios. Sin embargo, este amor está siempre mediado por el hombre, al que los animales deben satisfacer por estar en "la cima" de la comunión con Dios.
Sin ir más lejos, Benedicto XvI y el Catecismo cristiano clasifican la protección de los animales como un deber del séptimo mandamiento ("no robarás"), incluido en la "protección de las personas y de sus bienes". Dice textualmente:
"Los animales, como las plantas y los seres inanimados, están naturalmente destinados al bien común de la humanidad pasada, presente y futura (cf Gn 1, 28-31). El uso de los recursos minerales, vegetales y animales del universo no puede ser separado del respeto a las exigencias morales. El dominio concedido por el Creador al hombre sobre los seres inanimados y los seres vivos no es absoluto; está regulado por el cuidado de la calidad de la vida del prójimo incluyendo la de las generaciones venideras; exige un respeto religioso de la integridad de la creación (cf CA 37-38).
2416 Los animales son criaturas de Dios, que los rodea de su solicitud providencial (cf Mt 6, 16). Por su simple existencia, lo bendicen y le dan gloria (cf Dn 3, 57-58). También los hombres les deben aprecio. Recuérdese con qué delicadeza trataban a los animales san Francisco de Asís o san Felipe Neri."
Esta manga ancha de la iglesia es benevolente con el ser humano pues:
"es legítimo servirse de los animales para el alimento y la confección de vestidos. Se los puede domesticar para que ayuden al hombre en sus trabajos y en sus ocios. Los experimentos médicos y científicos en animales, si se mantienen en límites razonables, son prácticas moralmente aceptables, pues contribuyen a cuidar o salvar vidas humanas."
Para la iglesia entonces, la vivisección es una práctica moralmente aceptable, así como las infames condiciones en que viven y mueren los animales en las granjas industriales, las granjas de pieles, los circos, zoológicos, etc. No es extraño, en este contexto, que el párrafo 2418 del catecismo sea una estrafalaria conminación ética, letra muerta que hipócritamente da vuelta la cara a los más horribles sufrimientos de los animales:
"2418 Es contrario a la dignidad humana hacer sufrir inútilmente a los animales y sacrificar sin necesidad sus vidas."
¿Cómo explica entonces la Iglesia, desde este precepto del catecismo, todas las atrocidades que viven los animales, en todas las industrias que los explotan? ¿Cómo explican los rodeos, las corridas de toros, la experimentación cosmética y de la industria bélica, las granjas de pieles, los circos, peleas de perros, gallos y osos, etc.? ¿No constituyen pecado estas abominables prácticas?
Quizás si, insisto, en el papel.
Porque si no es inexplicable que Benedicto XVI use capas y sombreros de piel, que las plazas de toros tengan capillas para que los toreros recen a la virgen antes de la corrida, e incluso, que la iglesia misma organice generosas corridas de toros en beneficencia de pobres feligreses caídos en desgracia.
Frente a toda esta incoherencia, la Liga Antivivisección italiana ha exhortado al Papa a "hacer una elección de alto valor religioso y ético, renunciando a sus prendas de piel ahora y en el futuro." Por esto mismo también, el Partido Antitaurino contra el Maltrato Animal (PACMA) ha exhortado al Papa a pronunicarse contra las "fiestas" que torturan toros. Pero del Vaticano no se ha recibido respuesta alguna. Será que les conviene la explotación animal, que les gusta comer cerdo o foie gras, vestirse de pieles, y acallar la bula papal de San Pío V, dictada en 1567, según la cual "quien muera en una corrida de toros será privado de sepultura en lugar sagrado, y que los que asistan a estos espectáculos serán excomulgados por la Iglesia".
Será por eso que, incluso, la Iglesia ha dado a luz ¡curas toreros!:
"Federico María Pérez-Estudillo, canónigo de la catedral y capellán de la plaza de toros de Sevilla, asegura que ha dado pases y pinchazos a novillos y que su única frustración es no haber sido torero. Otro sacerdote, Ángel Rodríguez Tejedor, párroco de Titulcia (Madrid) apareció como tercer espada en el cartel de una becerrada que se dio en Colmenar de Oreja a beneficio del convento de las Agustinas Recoletas... Y dice torear sólo para ayudar al prójimo". ("Los cuernos del Diablo", Enrique Blanque-Bel, Libros Encasa, páginas 146 y 147)
Esta Iglesia totalitaria y obcecada de poder, borra con el codo lo que escribe con la mano. ¿Seguiremos permitiéndolo?
Fuente imágenes: BBC, Mí Nopal [1].